El uso su minuto

15.01.2015 .
La Habana, Cuba

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La Habana sorprende no por lo que muestra sino por lo que sugiere. Ayer fui a acompañar a mi mamá a hacer unas gestiones para que no anduviera sola por la calle porque está muy mayor. Y cuál no fue mi sorpresa cuando al llegar a uno de los lugares de servicio público (prefiero guardar su anonimato), el muchacho que nos atendió me transmitió en voz baja su admiración y me miró a los ojos con una mirada intensa y cómplice.

Yo no respondí pensando que me había confundido con otra persona, entonces me dijo: «yo veo los canales», y me guiñó un ojo. Siguió: «usted es muy valiente y tiene toda la razón, hizo muy bien en hacer lo que hizo. Yo hubiera ido a decir que ¿cómo es posible que los hijos de los dirigentes salen del país y a los tres meses tienen ya un negocio propio en el extranjero? Eso es con el dinero del pueblo.»  Le comenté que no puedo hablar porque estoy en libertad bajo instrucción, él me replicó «lo sé».

Lo único que le dije, quizás para que supiera directamente de mí quién soy, fue que han montado una tremenda campaña de difamación sobre mi persona y acusándome de estar conectada con los servicios secretos de Estados Unidos y con tráfico de drogas, lo cual no tiene nada que ver con la verdad. Él me respondió: «no te preocupes, aquí todo el mundo conoce sus métodos de difamación y nadie les cree.»

Mi madre y yo terminamos nuestra gestión y nos despedimos como si nada. Pero yo salí sintiéndome mucho más fuerte porque al menos ese cubano de a pie me regaló su minuto para decir lo que quería sin ser censurado. 

Salí también mucho más fuerte porque el hombre que antes me había llamado por mi nombre al pasarle por el lado, a quien no conocía y le reciproqué cuando me extendió la mano para saludarme (más que nada por educación) o la muchacha que me miraba insistentemente desde el asiento de atrás en el taxi almendrón de diez pesos,  ahora ya no me hacen pensar que son agentes de la Seguridad del Estado siguiéndome…  Me hacen pensar en algo mucho más humano: en las personas, en mis conciudadanos, que son las razones por las cuales la instructora insiste a diario y con tanta prepotencia para que no salga de mi casa. 

Tania Bruguera

15 de enero 2015